viernes, 19 de septiembre de 2008

Las cenizas del colibrí. Gonzalo Calcedo



Aunque cueste creerlo, todavía hay algo más ligero en gramos que el colibrí, ese  pájaro vibrante y leve: sus cenizas. Pienso que al leer El peso en gramos de los colibríes y Cenizas  no resulta difícil trazar una línea de continuidad en el proceso de desintegración experimentado por los personajes que nutren de forma recurrente los cuentos de Calcedo. En ambos volúmenes aparecen vendedores de seguros o de pisos que habitan el mundo igual que si fuera un hotel de paso, amas de casa que arrastran su esterilidad o su alcoholismo como cadenas invisibles. Vidas en gris, seres que se encogen de hombros y cumplen con los actos de su existencia una rutina, un ceremonial diario, insoslayable. 
Pero mientras que en El peso en gramos...,   esos hombres que se suben a sus coches y juegan a ser libres o esas  mujeres casadas que apuran en la mañana un trago clandestino en la taza del desayuno,  siguen viviendo cuando la cámara deja de reparar en ellos,  en Cenizas el lector toma conciencia de que  su naturaleza insignificante se ve amenazada ya por un evidente proceso de acabamiento y de que corren un evidente peligro de quiebra, de cierre por derribo. Los triunfos cada vez son más irrisorios, más precarios. A uno de los protagonistas se le agota incluso la esperanza de poder enamorarse de la camarera que les sirve el café cada mañana. Otra volverá a encontrarse un domingo por la mañana en que sale a buscar pasteles para su familia con un amor de juventud, completamente trastornado y en un entorno tan poco proclive al romanticismo como un todo a cien regentado por orientales Un tercero caerá en la emboscada humillante a la que le  expone una sombra del pasado por un exceso de confianza en sus ya fenecidas posibilidades como seductor maduro.... En este libro la locura y la derrota ocupan un lugar preeminente, y alcanzan con certera puntería los impermeables grises de los personajes. Calcedo teje historias que mezclan el desaliento, la amargura contenida, y filma aplicando su propia versión de la lente neorrealista al hombre moderno, de suyo tan poco apasionante, tan no literario, mira con detenimiento a quienes no pueden permitirse un heroísmo o una excentricidad sin enfrentarse al fracaso y al reflejo de su propia demencia. Les sigue cuando suben a sus coches (el coche, siempre el coche, tan importante para estos habitantes cero como las patas del centauro) y recorre con ellos la ciudad y sus afueras.  Calcedo contempla con atención la vida de personajes cuarentones, repara en el desierto existencial de  parejas a las que cada día separa cada vez más una larga jornada de trabajo, de los solitarios que conducen hacia la oficina temiendo que nunca se enamorarán o que cualquier día puede ser el último en esa empresa donde sufren el acecho constante de tiburones diez o quince años más jóvenes. 
No sé hacia dónde podrán caminar los próximos libros de Calcedo, un autor de prosa sobria y reconocido prestigio que nunca termina de deslumbrarme. Creo que en los dos que hoy comento se dan paralelismos evidentes y una ligera variación, ese desintegrarse de las vidas de sus personajes que podría servir para abrir nuevas vías narrativas. Porque en cierta forma  Calcedo ya lo ha contado todo sobre ellos, ese es sin duda un ejercicio que controla y el lector, al menos esta lectora, por más que no espere  vueltas de tuerca o golpes de efecto  en la última línea del relato, puede quedarse en el camino si cada vez que se acerca a sus páginas se tropieza de nuevo a la misma galería de seres cenicientos.



CENIZAS
GONZALO CALCEDO JUANES
EDITORIAL PRE-TEXTOS
Lengua: Castellano
Encuadernación: Rústica
ISBN: 8481918865. ISBN-13: 9788481918861
Precio:13 € ($17,61)
154 páginas.
Año de edición: 2008


EL PESO EN GRAMOS DE LOS COLIBRIES (XV PREMIO TIFLOS DE CUENTO)
de CALCEDO JUANES, GONZALO
EDITORIAL CASTALIA, S.A.
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788497401562
190 páginas
Año de edición:2005

domingo, 14 de septiembre de 2008

Un nuevo suicida. David Foster Wallace














Yo casi entiendo a los escritores que se suicidan, si lo hacen en domingo. Creo que es el peor día de la semana, el que menos apetece vivir. Pero Foster Wallace se mató el viernes, y lo encontró su mujer, colgado de una cuerda. Me entero por Miguel Ángel Muñoz de la noticia, http://elsindromechejov.blogspot.com/2008/09/la-muerte-de-david-foster-wallace.html.
Al principio creo que es una humorada de escritor, pienso que quizás al bueno de Foster Wallace le ha dado por contar en un relato su propia muerte. Luego veo que va en serio. Y me vienen a la mente Woolf ahogada en un río, Plath arrastrando la cama a a la cocina para consumar su suicidio doméstico, Hemingway cargando su fúsil para matar osos.  Tal vez a todos ellos les costó remontar un domingo. 
Pues nada, Foster Wallace, si esa es tu voluntad, aquí te dejamos una canción. Gracias a la de Lepanto por ponernos en la pista de semejante versionaza.

http://www.youtube.com/watch?v=1MDlMdu2gjw

domingo, 7 de septiembre de 2008

Cass, la chica más guapa de la ciudad


(G. Sopeña, J.L. Rodríguez)
Nos gustaba Cass
la chica mas guapa de la ciudad
su forma angelical de pisar la nieve
mientras tararea la última estrofa de Dylan.
Su manera tan dulce de guiñar
como si estuviera recitando un poema
o pintándose los labios
en el espejo de cualquier fotografía.
Nos gustaba que tuviera las piernas morenas
y se riera como un sábado.
Pobre Cass, tenía que morir como una Diosa, nuestra.
Arrollada por un Chevrolet
y un repartidor de Coca-Colas
y ahora un policía nos robó todas las lágrimas.

Y ahora la lloramos
todos y enviamos violetas
a direcciones inventadas
todas dirigidas
todas dirigidas
todas dirigidas a Cass,
la chica mas guapa de la ciudad.

Pero solo hemos aprendido
a silbarte una nueva canción
es para ti Cass,
que estabas tan harta de la vida
que te tumbabas desnuda bajo el sol
de las cinco de la tarde.
Es para ti,
que nos reprochaste tantas veces
nuestro aire de perritos derrotados

Y ahora la lloramos
todos y enviamos violetas
a direcciones inventadas
todas dirigidas
todas dirigidas
todas dirigidas a Cass,
la chica mas guapa de la ciudad
la chica mas guapa de la ciudad
la chica mas guapa de la ciudad.

Cantada por el inimitable Mauricio Aznar y sus Más Birras

http://www.youtube.com/watch?v=oku-mWlNkRk

(foto de Lechuguita, la chica verde más guapa de Flickr, por cortesía de erregiro, 
http://www.flickr.com/photos/erregiro/)

jueves, 4 de septiembre de 2008

La tarde del dinosaurio, o el mar idiota


Hace  unos diez años, a la salida de clase, yo solía aterrizar en Hermanos Vidal, una librería muy conocida de Zaragoza que queda a dos patadas del campus y huele siempre a papel viejo. Entonces la regentaba el inolvidable Antonio, su fundador, un librero genial que cuando pagabas en caja ponía tu libro en una bolsita pequeña y te recitaba un par de versos a modo de despedida. Allí me pasaba yo horas hurgando entre los anaqueles, porque no era raro darse de bruces con textos descatalogados y rarísimos, como los  de un estudiante de Filología, llamado Gonzalo, que un buen día aparecieron sobre una de las mesas de la trastienda. A juzgar por la cantidad de libros desparramados que llevaban su nombre escrito en la primera página, daba la sensación de que Gonzalo se había desprendido de golpe de toda su biblioteca universitaria, con el mismo gesto de quien se quita un abrigo con los bolsillos llenos de piedras cuyo peso le resultara insoportable cargar un segundo más. Junto a una edición amarillenta del manual de Lapesa y la Morfología del cuento de Propp, encontré, entre otros, los Cuentos de la becada de Maupassant y dos libros de la Peri Rossi que  me llevé a casa por el módico precio de 400 pesetas, después de leer sus títulos: La tarde del dinosaurio e Indicios pánicos. El primero, en su diminuta edición de Plaza & Janés del año 1984, se convirtió enseguida en uno de mis favoritos, porque atesoraba un conjunto magnífico de relatos, agrupados en torno a un nombre insuperable. Y es que  los nombres (me cuesta llamarlos títulos) de los libros son así de importantes. Cuántos leemos y cuántos desechamos gracias a ellos.

La tarde del dinosaurio es, para mi gusto, uno de los mejores cuentos del volumen, de hecho es tan bueno que hasta la propia Cristina Peri Rossi quedó hipnotizada por la imagen de aquel bicharraco grisáceo que emergía de entre las olas, sacando su enorme cabeza como con miedo de lo que pudiera encontrarse en la superficie, y decidió llamar así a su libro. Julio Cortázar compartió asombro con ella y le escribió un prólogo, Invitación a entrar en una casa. Como no podía rehusarse semejante ofrecimiento, viniendo del maestro, yo también me apresuré a cruzar el umbral. Y después de leer la formidable historia del niño que sufre los efectos secundarios de tener dos padres tan distintos como la cara A y la cara B de una cinta de cassette que  debe escuchar a diario,  habría querido poder arrancar las páginas de ese cuento y convencerme de que era mío. Lo mismo o muy parecido me sucedió con el bradburiano cuento espacial Simulacro, donde el  desesperado narrador se pasa el tiempo persiguiendo por toda la galaxia a  Patricia, una astronauta esquiva y deshumanizada que le da calabazas siderales siempre que tiene ocasión, o con el maravilloso En la playa, ejemplar en su uso ágil e ingenioso del diálogo y que protagonizan una pareja de aburridos recién casados y una niña extraña, de esas que te hacen pensar inevitablemente en  criaturas de ojos acharolados, como los de Ana Torrent en las películas de Saura.
Los niños son importantes en este libro, ya lo señaló  Cortázar, al afirmar que aquí cumplen el papel de testigos, víctimas, jueces, de quienes los inmolan a fin de obtener de sus cenizas un adulto. Y es cierto. La infancia es el periodo de la verdad y la sabiduría en los cuentos de Peri Rossi, sus niños son filósofos intuitivos y sujetos autosuficientes, que miran con algo de compasión severa a sus mayores. Niños que salen disfrazados a ganar el pan de cada día, mocosos  como la niña que surge del atardecer en la playa y sostiene una larga charla con la  pareja que nuncan olvida llevar en el bolso un jersey, por si refresca: Si yo me voy ustedes se quedan toda la noche solos, les dice. Y que termina sentenciando, Aunque les deje a mi gato, estarán completamente solos.
Hay otro tema en La tarde del dinosaurio, que en realidad para mí es el tema. El mar. El mar como dinosaurio  que el hombre juega a extinguir en favor de una especie más evolucionada, las  playas  mansas de un mundo maquillado de civilizacion y que,  en realidad, permanece, sobrevive como elemento idiota, en el sentido griego de un individualismo egoísta, de una incapacidad para tomar contacto con su alrededor. Nunca  se limita a asumir el papel de simple telón de fondo en este volumen de relatos, sino que, aun vuelto de espaldas,  amenaza a cada historia, las vigila y asedia, casi puede decirse que incluso las condiciona.  Y es que ¿se atrevería ese narrador enamorado a mostrar lo que siente por su hermana  Alina, delante  incluso de su novio, si no estuvieran los tres junto al mar, tomando fotos en la arena?, o ¿acaso la niña misteriosa podría aparecer de la nada en cualquier otro escenario que no fuera en esa orilla dócil? Creo que no. El mar está casi siempre, es el otro lado del espejo que un padre inhábil para la edad adulta y su viejísima hija de siete años atraviesan al exiliarse en La influencia de Edgar A. Poe en la poesía de Raimundo Arias, y se transfigura en espacio galáctico, que no es otra cosa sino el océano moderno, remoto e inexplorado, en  el primer Simulacro.
Pese al desconcierto que puede generar en el lector la inclusión de  algunos de los cuentos finales, como el suntuoso Gambito de reina,  en un libro que posee de forma innata una atmósfera tonal, esa que tantas veces nos empeñamos en buscar en  obras propias y ajenas, esta tarde de dinosaurios, de deseos condenados a convertirse en animales estériles y adultos desvalidos que olvidan la verdadera lógica vital, merece la pena, sobre todo porque uno ya no tiene que dejarse la vida buscándolo en vano por las librerías, ni tampoco los ojos, si es que finalmente lo encuentra por casualidad en una librería de viejo, como me pasó a mí. La obra de Peri Rossi merecía unas hechuras distintas al formato aquejado de enanismo de Plaza & Janés, y en Tropo Editores se las han dado este año, junto con una portada maravillosa del gran Óscar Sanmartín y un prólogo a cargo de la propia autora. Una última sugerencia, si pueden, y aunque el verano acaba, léanlo sentados junto al mar.



Cristina Peri Rossi
La tarde del dinosaurio
Lengua: CASTELLANO
Editorial: Tropo
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788496911024
Nº Edición:1ª
Año de edición:2008
Plaza edición: ZARAGOZA
14.00€

lunes, 25 de agosto de 2008

La chica sobre la nevera


Si como lector tienes  a gala  hincarle sólo el diente  a relatos con pedigree, a cuentos de esos que se restriegan compulsivamente las manos con una pastillita de jabón francés antes de cenar, acéptame una sugerencia: no te acerques a Etgar Keret. Porque si tu organismo sólo admite cuentos con la raya planchada, de los que ni locos meterían sus botas en un charco un día de lluvia o abrirían la ventana del gabinete de par en par, por temor a contaminarse de los cien mil males que acechan afuera,  no te va a gustar nada, pero nada, su libro. Y es que La chica sobre la nevera es un animal mestizo, un irresistible mil leches que te dispara con una metralleta de Geyperman sus tropecientos cuentos cortometraje, aliñados con viñetas de superhéroes cutres  de cómic pulp, zapeos televisivos e historietas contadas al ritmo alegre de un  spot publicitario.

Hacía tiempo que no me echaba al cuerpo un libro tan divertido y tierno, escrito con un desparpajo tal que a ratos hasta se te olvida el negrísimo telón de fondo de esa realidad, la del conflicto palestino-israelí, que permanece agazapada, como un monstruo torpe que asoma de vez en cuando la cabeza y les recuerda a los personajes que la vida no es, qué pena, un radiante video-clip ochentero. Con Keret una siente que forma parte de esa generación de adultos a medio cocer que suspiró durante años por  las mismas Adidas que lucían los niños de las series americanas, y que cuando al fin las consiguió, fue tan solo para constatar que no eran para tanto. Como los personajes de Keret una se enganchó a los Simpson en los primeros noventa y conservó, mientras pudo y aunque fuera heridos de polilla, a sus héroes de la infancia; por eso entiende la balada triste que estas páginas entonan en memoria del padre colosal convertido en anciano a los cincuenta, o en honor del hermano mayor que sucumbe a manos del matón del barrio o del mejor amigo que acaba estúpidamente sus días como oficial del ejército. Anima pensar, a estas alturas del partido, que alguien más creía que los sombreros de mago estaban habitados por conejos de una blancura fosforescente, que había en el planeta más niños tontorrones que suspiraban por marcharse con los trapecistas del circo, aunque les diera una pena infinita pasar junto a las pestilentes jaulas donde yacían atrapados monos y leones.

La edad adulta es la principal causa de mortandad infantil en el mundo, el amor desintegra, las madres, por imposible que pueda parecer, un día van y enferman de muerte, los ángeles de la guarda revientan contra la acera como bolsas de carne si te da por empujar sus cuerpos al vacío desde la azotea de un rascacielos. Muchas veces vives la realidad como una pesadilla, pero no sabes exactamente dónde queda el interruptor para encender la luz, o el botón de pause que congela la imagen del mundo por un rato. Querrías, casi siempre, poder emigrar a lo alto de una nevera, tener el culo calentito y mirarlo todo desde bien arriba y bien lejos, como desde la ventana de un torreón...
Si  eres de los que han asentido con la cabeza a todo lo expuesto en el último párrafo, ya tardas. Corre, corre a comprarte este libro. Vas a pasarlo teta.

P.D. La gran Luisa Miñana le ha dedicado una reseña a Pizzería Kamikaze, del mismo autor. Os pongo enlace a su blog, para que la disfrutéis. 



http://luisamr.blogspot.com/2008/08/pizzeria-kamikaze.html


La chica sobre la nevera
Etgar Keret
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: Siruela
ISBN: 9788498410211
Nº Edición:1ª
Año de edición:2006
Plaza edición: BARCELONA
15.90€

sábado, 23 de agosto de 2008

Camiseta del mes


Virginia Lobo se merece una camiseta ya sólo por escribir Orlando... Así que me parece muy bien esta que puede encontrarse en en http://literaryrags.com/.


En la misma página uno puede hacerse con las citas y el careto serigrafiado del escritor de sus amores. Porque no todo va a ser merchandising de La guerra de las galaxias.

jueves, 14 de agosto de 2008

Maus. De ratones y gatos


Este cómic de Art Spiegelman está considerado unánimemente por la crítica como uno de los mejores de la historia. Fue un éxito de público, pero en paralelo también el prestigioso Pulitzer en 1992, una beca de la Fundación Guggenheim y dio lugar a una exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Cuenta la historia de un superviviente de Auschwitz, Vladek Spiegelman, narrada a su hijo Art, el autor del libro. Vladek simboliza al hombre irremediablemente marcado por su pasado que recurre al flash-back para regresar al campo de concentración y narrar el horror vivido allí en una larga entrevista que mantiene con su hijo a lo largo del tiempo. A través de la mirada de este se traza un retrato de la figura paterna hoy, con sus pequeñas ruindades, su tacañería y el endiablado carácter que dificulta sus relaciones con los que le rodean. En Maus, Spiegelman va más allá del Holocausto para instalarse en la psicología del superviviente en un intento de deshacer la maraña de su relación paterno-filial, de la sombra de una madre suicida y del fantasma de un hermano santificado al que nunca conoció. Como peculiaridad, en Maus los personajes se muestran con rasgos faciales de animales; así, por ejemplo, los judíos son ratones y los nazis gatos (texto adaptado del dossier de prensa de la editorial).
Me lo compré el verano pasado y no pude soltarlo en los días que siguieron. Junto con la creación de un personaje lleno de claroscuros, el guapo muchacho-ratón Vladek de antes de la guerra que va convirtiéndose en un astuto superviviente empeñado en salir de Austchwitz con su familia y en un anciano susceptible y avaro, me gustaría destacar el firme pulso narrativo que Spiegelman mantiene durante toda su obra, intercalando hechos de la realidad histórica con pequeños detalles de la vida cotidiana en el periodo nazi. En sus páginas aparece una galería entera de personajes y multitud de historias entrecruzadas, de traiciones y amistades inquebrantables, de seres que van quedándose en el camino y no logran atravesar esa terrible puerta encabezada con el lema "El trabajo os hará libres". La charla entre Vladek y su hijo Art es el diálogo imposible de dos generaciones que se miran con recelo porque entre ambas existe una barrera hecha de huesos calcinados, de signaturas tatuadas, muertes y culpabilidades que no puede sortearse fácilmente. Art, a su manera, vive el Holocausto póstumo, las secuelas que han dejado en él el paso de su padre por el infierno, la pérdida de una madre que siguió viviendo en Austchwitz después de la liberación y el espectro infantil de  ese hermano al que nunca conseguirá alcanzar, porque  la muerte lo ha convertido en una imagen ideal en la mente de su padre. El hecho de que Spiegelman eligiera caracterizar a los personajes como animales le da a toda la historia un toque de fábula kafkiana que me parece un gran acierto. El ratón judío representa al animalillo masificado y despreciable, asustadizo, mientras que  el gato nazi es el depredador elegante y cruel, que juguetea con el sufrimiento de sus víctimas y elabora para ellas  complicados ritos de tortura antes de concederles el indulto de la  muerte.



MAUS
ART SPIEGELMAN
296 págs. B/N. 21,90 €
Colección Reservoir Books
Traductor: Cruz Rodríguez Juiz.
Fecha de publicación: 15 de Junio 2007
PREMIO PULITZER 1992
NUEVA TRADUCCIÓN, NUEVO FORMATO Y NUEVA ROTULACIÓN.
Año de edición:2007